Por: Eduardo Lastra D. (*)
Nos alegra que poco a poco estemos dejando de confundir legalización con formalización. Por nuestra parte, decimos que la legalización se refiere al cumplimiento de las autorizaciones respectivas para el desempeño de actividades empresariales; mientras que formalización, es el proceso de aplicar en el negocio los métodos y técnicas de las buenas prácticas de la gestión empresarial.
Una empresa legal y no formal, es la que tiene todos “sus papeles en regla”; pero, que le “saca la vuelta a la ley”, y es conducida sin eficiencia, eficacia ni efectividad. Contrariamente, una empresa ilegal pero “formal” es manejada con los más sofisticados procedimientos técnicos; pero, infringiendo abiertamente determinadas normas legales.
Como país, necesitamos que la mayoría de las empresas, de todo tamaño, se conciban y conduzcan con legalidad y formalidad; para que la fuerza emprendedora desarrolle el máximo de su potencial, que se reflejará en más puestos de trabajo dependiente, mejores remuneraciones y por cierto, mayor tributación. La contrapartida, es el papel que deben asumir los políticos, técnicos y funcionarios, para hacer que el Estado genere el ambiente promotor para los negocios legales, formales y éticos.
Por nuestro lado, los empresarios de la micro y pequeña empresa no debemos estar esperando a que todo mejore, para que recién entonces empecemos a formalizar nuestros negocios. Actualmente podemos establecer una línea de partida de cómo y dónde estamos, y a partir de allí, iniciar las correcciones y mejoras, en el funcionamiento de nuestra empresa.
Los socios del Club MyPE, de ILADE, constituyen un ejemplo de que los empresarios de las Micro y Pequeñas Empresas si quieren trabajar con legalidad y formalidad, para ser realmente competitivos y éticos; por eso invierten en capacitarse y capacitar a sus colaboradores, a fin de que sus empresas mejoren sus procesos productivos, administrativos y de ventas.
La legalización y formalización son, todavía procesos lentos y costosos, cuya “tramititis” (trámites sin sentido lógico que generan pérdida de tiempo y elevan los costos innecesariamente) suele ganarnos por cansancio. Por eso, deben ser encarados con mucha convicción y estrategia integral. Nos permitimos llamar la atención respecto del peligro de trivializar la formalización, en el sentido de creer que cualquier mejora en el ámbito de la legalización es de por sí un proceso formalizador, porque esto sería como confundir instrucción con educación o crecimiento económico con Desarrollo.
En este sentido, es importante reconocer que la tarea de formalización es compleja y de largo aliento; porque, hay que construir una manera de vivir que compromete a toda la sociedad. (*) Consultor Corporativo, presidente del Instituto Latinoamericano de Desarrollo Empresarial, ILADE